Existe un lenguaje del miedo, unos códigos propios y exclusivos que nos indican que algo no va bien en una narración de terror. Existen pistas universalmente aceptadas que podemos encontrar en la mayor parte de las novelas de mi género favorito. Y en las de fantasía más oscura.
De eso toca hablar hoy.
A mí me gustan las cosas claritas. Como cuando Morfeo le dice a Neo: «Si eliges la roja vas a estar muy fastidiado, pero fastidiado de verdad. Si eliges la azul, todo bien. Pero bien de mentira». Y ya con esos datos, Neo se toma la pastilla roja y lo demás es historia.
Así que me gusta abrir un libro de terror y saber, desde el primer párrafo, que aquello no va a ser rápido, no va a ser limpio y no me va a gustar.
¿Cómo sabemos que un libro habla el lenguaje del terror?
No se puede aprender a escribir sin leer y este blog no sería lo que es sin ejemplos de los buenos. Así que vamos con los ejemplos particulares y ya escalaremos después hacia la generalidad. Así manejan algunas de mis autoras favoritas el lenguaje del terror.
Un sintecho se encogía al escaso abrigo de una cornisa. Desde el edificio de enfrente, mercedes veía cómo la lluvia le empapaba el gorro de lana lleno de enganchones y suciedad que el hombre se calaba hasta las orejas. hacía tan solo un momento que la había saludado con demasiada familiaridad. Iba a pedirle unas monedas, pero pareció reconocerla y dejó al descubierto sus dientes amarillentos en una sonrisa cordial que ella devolvió con calidez.
Visita de cortesía (Inquilinos) – Alicia Pérez Gil
El coche de línea los dejó a la entrada del pueblo, muy cerca del cartel, relimpio, en el que se leía un nombre ominoso: Destierro. Luz se rodeaba la barriga con ambos brazos. Comprobaba que casi no se tocaba ya las yemas de los dedos no se veía apenas las puntas de los pies. el viento quemaba, arrastraba polvo preñado de semillas, de paja ligera y de cabezas de cebada salvaje. Le encantaba esa planta que siempre parecía reseca, las espigas abiertas como bocas sedientas, el grano mínimo.
El Ovillo (No son Molinos) – Alicia Pérez Gil
El barco se movía con un vaivén continuo, mareante, como quien se muerde una y otra vez un diente podrido. Las islas que se dibujaban a través de la bruma también parecían dientes, pensó Faith. Pero no dientes finos y limpios como los acantilados de Dover, sino dientes descoloridos, rotos, torcidos, que sobresalían en el oleaje de un mar gris y agitado.
El árbol de las mentiras – Frances Hardinge
Un semestre más, estimado lector, tienes entre tus manos este humilde boletín. Quince números en la calle con un incremento en la tirada de quinientos ejemplares y con más y mejores colaboradores.
Pero cuando este estaba destinado a ser un boletín de celebración, pues realmente una fiesta para la cultura de nuestra comarca que una publicación tan modesta gane lectores, un suceso espantoso ha venido a empañar nuestra alegría.
La moderna Atenea- Conchi Regueiro
El principal truco de la Alfombra Voladora consistía en ponerse del revés en un determinado momento y quedarse detenida varios segundos en esa posición. La gente colgaba cabeza abajo y, aunque parezca extraño, muy pocos chillaban. Básicamente todos guardaban silencio aferrados a los cinturones. Y se quedaban colgados, tensos, colorados, con los ojos bien abiertos o apretados. En el rectángulo vallado del asfalto que negreaba abajo se desparramaban resonando con fuerza las monedas de sus bolsillos.
Refugio 3/9 – Ana Starobinets
El fuego. Trae el fuego.
Ve arder a la madre y al bebé con la misma infiferencia con la que antes había contemplado una cabaña sin llamas.
Fafner – Daniel Pérez Navarro
He visto a una mujer morena, flaca, nerviosa, caminando dubitativa entre los escombros de un edificio medio derruído. Los cristales crujían cuando los pisaba y, de vez en cuando, tropezaba con un ladrillo o una viga de metal, tan visibles que hasta un lisiado los hubiera esquivado.
Asuntos de Muertos – Nieves Mories
No es la primera vez que os hablo de la mayor parte de estos libros. Ya lo hice en este artículo en el que recomendaba algunas obras para mejorar el estilo literario.
He decidido incluir un par de relatos míos, porque está bien predicar con el ejemplo, sobre todo si es propio.
Las palabras son la esencia del lenguaje del terror
Son la esencia del lenguaje del terror o del miedo y del lenguaje en general. Así que, antes de meternos a sacar conclusiones ¿por qué no hacemos un análisis de las palabras que hay en estos textos. Sustantivos, verbos y adjetivos, nada más. Lo que yo llamo palabras «con contenido», así, para entendernos.
(Puedes saltarte este fragmento si consideras que se te caerá la cabeza sobre el teclado. Entiendo que no está la cosa para tener que comprar un teclado o una cabeza nuevos).
Sustantivos | Adjetivos | Verbos | |
Visita de cortesía | sintecho
abrigo cornisa Edificio lluvia gorro de lana enganchones suciedad hombre orejas momento familiaridad Mercedes monedas dientes sonrisa calidez |
escaso
demasiada amarillentos cordial |
encoger
ver empapar calar saludar pedir parecer reconocer descubrir devolver |
El Ovillo | coche de línea
entrada pueblo cartel Destierro Luz barriga brazos yemas de los dedos puntas de los pies viento polvo semillas paja cabezas de cebada planta espigas bocas grano |
relimpio
ominoso preñado ligera salvaje reseca sedientas mínimo |
dejar
leer rodear comprobar tocar ver quemar arrastrar encantar parecer |
El árbol de las mentiras | barco
vaivén diente islas bruma dientes Faith dientes acantilados Dover dientes oleaje mar |
continuo
mareante podrido finos limpios descoloridos rotos torcidos gris agitado |
moverse
morder dibujarse parecer sobresalir |
La moderna Atenea | semestre
lector manos boletín quince números calle tirada incremento quinientos ejemplares colaboradores boletín celebración fiesta cultura comarca publicación lectores suceso alegría |
estimado
humilde mejores modesta espantoso |
tener
estar ser ganar venir a empañar |
Refugio 3/9 | Truco
Alfombra momento segundos posición gente cinturones ojos rectángulo asfalto monedas bolsillos |
Voladora
extraño tensos colorados abiertos apretados vallado |
consistir
ponerse del revés quedarse detenida colgar cabeza abajo parecer chillar guardar silencio quedar colgado negrear desparramar resonar |
Fafner | fuego
madre bebé indiferencia cabaña llamas |
traer
ver contemplar |
|
Asuntos de muertos | mujer
escombros edificio cristales ladrillo viga lisiado |
morena
flaca nerviosa dubitativa derruido de metal (metálica) visibles |
ver
caminar crujir pisar tropezar esquivar |
Me he tomado la licencia de colocar los adverbios de Starobinets con los verbos que modifican porque en ese fragmento en concreto son los adverbios los que les dan contenido a los verbos. No sé si será cosa de la prosa de la autora, de las exigencias de su idioma o una elección de traducción.
En cualquier caso, vemos que la tendencia es emplear más sustantivos que adjetivos y que la relación entre adjetivos y verbos es más equilibrada. Excepto en el caso de Mories, que le da un poco a todo por igual.
Los sustantivos del terror
Las palabras, pobrecillas, son inofensivas. Las que no somos inofensivas somos las lectoras. Ni las escritoras que las escogen y las ponen en un orden determinado.
O sea, que más que fiarnos de las palabras, para determinar si estamos ante un buen uso del lenguaje del terror, tendremos que ver como se relacionan entre ellas y qué peso específico tienen en la prosa de determinada autora.
Fafner
Fijaos en la secuencia de palabras de sustantivos de fafner: fuego, madre, bebé, indiferencia, cabaña, llamas.
Si las lees así, seguido, no parece que existan muchas combinaciones con final feliz. Si además añades los verbos: traer, ver, contemplar, el cuadro se convierte en desolador.
El terror en este caso se produce por omisión.
El fuego mata.
El fuego mata a la unidad familiar primigenia (madre-hijo)
Hay alguien que observa.
Como lectoras no sabemos qué es lo que ocurre, pero el desasosiego está ahí, la angustia está sembrada y solo debemos seguir leyendo para asistir a su crecimiento y gloria.
Pérez Navarro decide empezar fuerte, impactar, agarrarnos de la nariz y obligarnos a seguir por el camino que marca.
La moderna Atenea
En el caso de la moderna Atenea, la secuencia es más larga y el terror, por tanto, no se percibe de manera inmediata ni con tanta intensidad: semestre, lector, manos, boletín, quince números, calle, tirada, incremento, quinientos ejemplares, colaboradores, boletín, celebración, fiesta, cultura, comarca, publicación, lectores, suceso, alegría.
Regueiro acostumbra a hacer esto contigo, a pintar un paisaje inocuo, plácido, donde no pasa nada. Y, de repente, cuando te poner cómodo, te suelta la bomba. Aunque decir bomba es un poco cargar las tintas, porque la autora es mucho más sutil. Después de un montón de palabras sin carga emocional o con un sentido claramente positivo, introduce el sustantivo clave: suceso.
Pero Regueiro no quiere que nos alarmemos todavía y matiza ese suceso con un verbo de apariencia inofensiva: empañar. Claro, que la última palabra es alegría. En este par de párrafos ya nos está diciendo que no todo es lo que parece. Y quédate con esta frase, porque en ella está la clave de todo el artículo.
Cada una de las autoras mencionadas emplea una técnica diferente para lograr eso de lo que yo hablaba al principio: dejarnos claro que estamos ante una obra retorcida.
Nada es lo que parece
Ya lo decía más arriba: esta es la clave del lenguaje del miedo.
Al menos en tres de los fragmentos se emplea el verbo parecer. Yo lo hago en los dos míos, Starobinets en el suyo. Hardinge no lo usa tal cual, pero la metáfora de los dientes no es más que un tipo de comparación y en las comparaciones lo que se hace es poner el foco en los elementos de dos realidades que se parecen.
Mories no usa el verbo parecer en ese párrafo, pero en el siguiente (que no he transcrito porque bastante se me van de madre los posts como para meter más citas todavía), nos dirá que ha confundido a esa mujer con otra porque se parecían.
Regueiro también usa el mismo concepto, aunque no el verbo. En la moderna Atenea, cuando todos creían que las cosas iban bien, la realidad resultó ser otra; es decir, que cuando la vida en la comarca parecía idílica, resultó que no.
En realidad, el lenguaje del terror, del terror bueno de verdad, el que asusta, es el que introduce elementos que no deberían estar ahí. Pero lo hace de manera que los percibamos como normales.
Vámonos a Nieves Mories:
¿Por qué hay una mujer caminando con torpeza en las ruinas de un edificio? ¿Por qué hay otra persona mirándola?
En realidad no existe más acción en ese párrafo. Pero es que con ese poco ya es suficiente. ya sabemos que algo va mal. Y que va a ir peor.
Starobinets
Starobinets comienza su novela poniéndote del revés, literalmente. No la he leído, pero nada bueno puede salir de ahí. La descripción corresponde a una atracción de feria donde la gente elige sentir la emoción del peligro y donde, además, pierden su dinero. Las monedas se estrellan con fuerza contra el suelo y nuestras cabezas no pueden dejar de prever qué pasaría si los cinturones de seguridad cediesen.
Pérez Gil
En El Ovillo, la lección es ligeramente más sutil. Una mujer embarazada se sujeta la barriga mientras siente el aire caliente y preñado de nada. Le gusta una planta reseca. La identificación de la mujer con el paisaje árido ya hace presagiar que ese embarazo no va a terminar muy bien.
Hardinge
Hardinge escoge colocar a su protagonista, que no puede moverse, en un barco que se tambalea lo mismo que una lengua entre las fauces de un lobo cariado. Todo en esa escena es peligroso. Incluida la niña, que tampoco es exactamente tan modosa como aparenta en esa primera aparición.
Escoge experiencias comunes y desagradables
Para hablar el mismo idioma que tus lectores, para asustarlos, acude a miedos universales. En estos pocos párrafos ya hay unos cuentos:
- Incendios
- Dientes podridos
- Embarazos en riesgo
- Alegría empañada
- Mendigos que te tratan con familiaridad excesiva
- Vértigo y la posibilidad de que la mecánica falle
En ninguno de los fragmentos que te traigo se carga demasiado las tintas en nada. No es necesario llenarlo todo de sangre para que tus palabras den miedo. basta con referirte de manera natural a elementos que la mayor parte de nosotros consideremos inquietantes.
Por lo general, a nadie le gusta ir al dentista, la posibilidad de morir quemado o devorado por una fiera no es agradable y caer desde la cima de una montaña rusa no es una experiencia que queramos probar.
Suelo decir que asustar no es fácil. es mucho más efectivo apuntar a la creación de cierta angustia, de desasosiego. lo que venimos a llamar mal cuerpo.
Y eso se consigue con estos pocos trucos que te he dado: emplea sustantivos con alto contenido semántico, con una carga emocional grave.
Que nada sea lo que parezca
Escoge experiencias universalmente percibidas como negativas
y, una cosa muy importante:
Muestra, no cuentes
Yo puedo decirte: Alicia tenía miedo, pero siguió adelante. Caminó hasta el final del pasillo muy despacio porque creía que el monstruo se escondía en el espejo. Pero como tenía que cruzar la casa para llegar hasta la habitación donde su hermana se había despertado, hizo lo que pudo y siguió adelante.
El problema de ese párrafo es que te estoy contando que Alicia tenía miedo y que hizo todo lo que pudo. Pero no te he dado ninguna herramienta para que tú veas en qué consiste ese miedo y qué hace exactamente para poder seguir adelante a pesar de él.
Si trabajo un poco más el texto, puedo llegar a algo así:
Alicia cerró los ojos con fuerza. Sabía que el espejo la esperaba junto a la esquina y que la estrategia del avestruz no serviría de nada si el monstruo se encontraba dentro, pero no podía hacer otra cosa. Así, con los párpados apretados y las uñas dejando ocho marcas de media luna en la palma de sus manos, echó a andar hacia la habitación de su hermana. La pobre se había despertado y berreaba con toda la potencia de sus pulmones sanos.
No pudo dar el primer paso, le flaquearon las piernas y tuvo que apoyarse en la pared para no caer al suelo. El papel pintado pareció acariciarla con la suavidad de una araña peluda.
En fin, no es el mejor párrafo de mi carrera como escritora, pero al menos se ve algo. Al menos ves que Alicia cierra los ojos y los puños, la piernas le tiemblan, la niña llora.
Mira alrededor antes de empezar a escribir
Esta quizá sea una de las costumbres más sanas que puedas adquirir si no la has hecho tuya ya.
Todo lo que escribas está ahí fuera. A lo mejor todavía no lo has visto, pero lo verás si vas por la vida con los ojos abiertos.
Las personas se mueven de forma diferente dependiendo de su personalidad, de cómo se encuentran dentro del mundo y también dependiendo de su estado de ánimo.
Los paisajes de tus mundos de fantasía están a un filtro de photoshop de distancia.
Solo hay que permanecer atentas para ver. Porque ver es el mejor modo de mostrar. No puedes enseñar algo que no conoces ¿verdad?
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